Sunday, February 13, 2011

El adorado Walmart de mi Corazón

Hoy tuve que ir a Walmart a cambiar algo que había comprado y no me funcionó. Tengo que confesar que odio Walmart con toda mi alma y mi corazón pero a veces uno consigue cosas económicas. Bueno la cosa es que lo que me iba a llevar estaba a lo alto de una góndola que sólo alcanzaba con escalera. Merodeé los alrededores en busca de un empleado que me ayudara, pero nada de nada. Estuve como 10 minutos hasta que dí con una muchacha que hablaba por su celular en horas laborables. -"Permiso, habrá alguien del departamento de mascotas que me ayude a bajar algo que está bien alto?" Le pregunto yo. "Mire, pase por joyería y que le tiren un page porque estoy super ocupada ahora mismo" me contesta ella con celular en oreja. Yo la miro con una sonrisa de -gracias por nada- pero procedo a ir a que le pasen el page al asociado de frikin mascotas.  Pasan el page y 10 minutos después aún nada de nada. Camino hasta otra empleada,"¿Disculpe, usted me ayuda a bajar algo de aquella góndola?" -"Ay es que tiene que ser un asociado del área de mascotas" me dice ella bien tranquila. -"Yo se, lo que pasa es que llevo 15 minutos buscando alguien que me ayude, ya le pasaron page y nadie aparece". Se me queda mirando. -"Perate deja ver si lo consigo". Me quedo ahí parada unos 7 minutos más y nada. Camino hasta el front desk y viene una gerente. -"Mire, necesito alguien del departamento que sea para que me baje una cosa de aquella góndola, o consigame una escalera y yo lo bajo" con un tono de que ya estaba medio molesta. -"No, no, yo le consigo a alguien inmediatamente, párese allí que ya van por ahí". Me paro como senda bobeta, pasan 10 minutos más y nada, NADA!

Ya por vencida me dirigo a servicio al cliente. Hago una fila de cinco minutos, aún cúando yo era la única, porque los empleados estaban contándose anécdotas de horror de San Valentin. -"Si hola, vengo a devolver esto porque lo iba a cambiar pero nunca apareció nadie que me ayudara a bajar el que me iba a llevar". El tipo me mira, -"Lo que pasa es que ahora mismo hay cambio de turno y por eso quizá no había nadie, pero vaya allí y yo le aviso a alguien". Lo miro -"No, no, tu no entiendes, llevo más de media hora esperando allí, 2 pages, 3 empleados a los que pedí ayuda y nadie apareción, nadie me ayudó, nada pasó, yo quiero mi dinero de vuelta". El tipo pone cara de -que clase de bicha- y me devuelve mis $35 pesos. Yo me volteo y con mi cara de bicha me voy prometiéndome a mi misma por vez número 25 que jamás, jamás volveré a Walmart. ¿Servicio al cliente? ¡Bien gracias! Bueno que me pase.

Wednesday, February 9, 2011

La Upi, mi Upi.



Hoy quiero escribir sobre la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, o “la Upi” cómo muchos le llamamos de cariño. No, no vengo a hablar de la situación política que atraviesa actualmente, sino de mi experiencia, de mis años de estudiante.
Desde pequeña mi mamá y mis tíos me contaban sus anécdotas de la Upi – lo mucho que me iba a gustar, lo orgullosa que me iba a sentir cuando entrara – y todas esas cosas que te meten en la mente para que te ilusiones con algo. No fue hasta que tenía cómo 11 años que me llevaron a la Upi a ver “El gato con botas” y me enamoré. ¡Me pareció grandiosa! Los edificios, la naturaleza, los estudiantes caminando por los alrededores, la grandeza del teatro. Recuerdo esa primera visita a la Upi que hizo que por los siguientes años me esforzara como nunca en la escuela porque: “Recuerda que a la Upi sólo entran los mejores estudiantes.”
En 1999 se me dió – entré a la Upi. No tenía idea de lo que iba a estudiar, sólo sabia que no podía tener muchas matemáticas, que sería ideal que tuviera que ver con hablar mucho y con creatividad. Entonces el primer semestre me dediqué a visitar facultades, a evaluarlas, a verificar los currículos y así me enamoré de COPU, la Escuela de Comunicación Pública. Solicité y entré sin problemas y mi vida universitaria comenzó.
Por los siguientes años viví los mejores momentos de mi vida. Y es que la Upi fue mucho más que una Universidad – la Upi fue una experiencia. Una nena de 17 años del campo de Bayamón, acompañada solamente de una prima que fue mi cómplice por cuatro años. ¡Hice tantas cosas! Conocí todo tipo de gente de todos lados de la isla: cargué con moscas de laboratorio, recorrí todo el casco de Río Piedras, probé comida de cuanto chinchorro hay, fui a muchas obras de teatro – me descubrí yo misma.
Tuve profesores de todo tipo: apasionados, aborrecidos, entusiastas, fanáticos. Mientras estudié en la Upi me enamoré de “El Cid Campeador,” odié las matemáticas más que nunca, casi me cuelgo en la clase de cerámica porque el barro y yo no nos llevábamos bien y todo me quedaba horrible (el profe me dio A- por el empeño que puse aún cuando era “La peor ceramista que jamás conoció”). Caminé todas las bibliotecas comiéndome los libros con un placer increíble. Me amanecí estudiando o en reuniones de grupo. Fui Vicepresidenta de una asociación estudiantil que más adelante me abrió puertas profesionalmente. ¡Que no hice yo en la Upi! Y es que le tenía ganas; le tenía un deseo increíble a aprender, a estudiar, a educarme. No me importaba nada más. Y por esos cuatro años aproveché cada segundo, viviendo la mejor experiencia de mi vida hasta el sol de hoy.
Mientras estudié en la Upi ocurrieron mil sucesos: el 9/11, huelgas, protestas… Fui a asambleas, voté, apoyé cuando pensaba que la causa por la que luchaban era justa, y cuando no, fui de las que me encontré con los profesores en el Burger King a tomar café y escuchar la clase del día. Y es que lo mejor que tiene la Upi es que te enseña a ser un individuo con voz. Te abre la mente a cosas nuevas – a ideales – te instruye, te da las herramientas para que decidas a cuál causa te unes y a cuál no.
Pero sólo aprendes esto cuando te adentras en la Universidad, cuando dejas que la experiencia viva en ti. Cuando aprendes que las deciciones de tu vida las tomas tú, que nadie impone en ti ideales – que los ideales te los impones tu mismo. Me gradué Magna Cum Laude, y no porque fuera nerda, sino porque viví mi vida universitaria al máximo – me la gocé, la valoré, la disfruté.
Ojalá muchos tengan la oportunidad que tuve yo. Ojalá muchos se enamoren de la Upi y conozcan profesores cómo los mios. Ojalá disfruten sentarse en la carpa a comer frutitas con yogurt. Ojalá la Upi sea la Upi por muchos años más. Ojalá cuando tenga hijos y esos hijos tengan la oportunidad de estudiar, la Upi sigua siendo una opción para ellos. Ojalá.