Saturday, June 11, 2011

La historia de una Guerrera que conozco

Hace 25 años a mi Tía le dio Lupus. Tenía 18 años y estaba en su primer año de en la UPR en Río Piedras cuando se enteró. Yo recuerdo cómo si fuera hoy ver a mi mamá llorando desconsolada en casa por semanas. Titi Cyntia, como le llamamos cariñosamente, es su hermanita menor. Se llevan 13 años, así que quizá la ve más cómo una hija que cómo una hermana. La enfermedad la atacó rápido. Poco a poco vimos cómo ante nuestros ojos Titi se hinchaba, sus riñones se fueron a fallo renal y el doctor habló con abuelo para informarle que debía hacer los arreglos fúnebres pues le quedaban menos de 24 horas de vida. Mi familia, que siempre ha sido muy religiosa, en lugar de darse por vencidos se refugiaron en su fe, y eso de alguna manera u otra los mantuvo tranquilos en medio del dolor. Las 24 horas pasaron, y Titi Cyntia sobrevivió. Y es que una de las cosas más lindas que tiene ella es que jamás, jamás se rinde.

Mis mejores historias de niñez, las que mantengo vivas en mi mente, son con Titi. Ella me paseaba por todos lados. Nos llevamos 12 años de diferencia, así que siempre fuimos muy cercanas. Cuando trabajaba en el Pet Shop de Woolworth's de Río Hondo, me dejaba jugar con los animalitos. Me llevaba con ella al cine, a la Universidad, a comer helados. Me regalaba su ropa cool, bien ochentosa, punk y medio rebelde looking. Yo vivía admirándola, y ella vivía sonriendo. Aún en los peores momentos de la enfermedad jamás la vi llorar. Aún cuando se hinchó a tal punto que botaba agua por una especie de estrías que le salieron en las piernas ella sonreía. Repetía mil veces, "Yo no me voy a morir nada". Su novio de seis años la dejó en una de sus tantas hospitalizaciones. Nunca regresó al hospital. Eso tampoco la mató.

Luego de varios años con quimioterapias y cortisonas su enfermedad entró en remisión. Se enamoró de un chico que le dijo “si tengo que donar un riñón por ti así lo haré” y una semana antes de su boda, la enfermedad regresó. Aún así pidió permiso en el hospital y se casó. Hinchada, enferma, desfiló, su sonrisa a flor de piel. Pasaron más años, se convirtió en una profesional, al esposo se le olvidó la promesa de donarle el riñón y la dejó porque no podía bregar con la enfermedad, no la podía ver debilitándose, no aguantó y huyó con miedo (aún son buenos amigos) y en esos momentos ella seguía ahí, en pie de lucha, sobrevivió eso también.

Hoy, a sus 40 y pico bajitos tuvo que retirarse tempranamente de su trabajo, casi obligada, y es que ya sus ligamentos no resisten y cualquier golpe o caída significa ligamentos rotos o desgarrados. En los pasados dos años le han operado ambas rodillas y un brazo. Ya casi no ve, por lo que no puede guiar de noche, a veces depende de nosotros, sus sobrinos y hermanos pero vive sola con sus perritos y ¿saben que? Aún sonríe, siempre. En mis 29 años jamás he visto a Titi Cyntia rendirse, jamás la he escuchado decir "no puedo más" y eso, eso es lo que la mantiene viva. Sus ganas de saborear lo que venga, de luchar por existir. A ella le gusta vivir y punto. A ella le gusta salir con amigos, cocinar, alcahuetearnos, le gusta nadar, cantar, aconsejar y le gusta reírse… a carcajadas… sin parar. No le importa mostrar sus estrías, su cara redondita por la cortisona, cojear un poco, eso le vale madre.

Mi Tia es una guerrera, y ya a esta etapa de su vida y su enfermedad nos ha probado a todos que la actitud con que enfrentas los tropiezos que la vida te pone en el camino es la que decide el destino que vas a tener. Si la vida te da el chance de vivirla, no importa la condición, hay que aprovecharla, todos los días hay algo que le da motivos para vivir, y ella, en lugar de reclamarle, los aprovecha.